jueves, 19 de julio de 2012

Humor = sanidad mental y de espíritu

¿El humor puede ayudarnos a nuestra sanidad mental, ante la situación político-económica que vivimos? ¿De lo pintoresco por lo grotesco, podemos extraer elementos que nos ayuden a estar más en paz con nosotros mismos y nos permitan pensar alternativas superadoras para poner en práctica y mejorar nuestro presente?

En los asteroides está el futuro de nuestro comercio

Los argentinos podemos anotarnos una nueva cucarda, un nuevo galardón, en fin, otra característica que nos hace distintos a todo el resto de los mortales que habitan esta gran nave llamada Planeta Tierra.
Estamos ante una nueva oportunidad de destacarnos, sí y aunque no lo creamos, más aún de lo que brillamos día a día, tanto por el devenir de lo que nos pasa a diario, como por nuestra participación como actores de este presente histórico. Queda en cada uno, discernir el grado de calidad de lo que nos sucede y sus consecuencias sobre el futuro.

Todavía no lo sabemos, porque este nuevo accionar que nos distinguirá y enaltecerá, está en plena gestación, aunque sus actores aún no lo vislumbren. Pero, sucederá. Está en la génesis de nuestra actual política comercial.
Harvard y Wall Street, nos tomarán como nuevos casos de estudio o como ejemplo de modernidad, en un mundo donde las ideas y la innovación aparecen, a nivel de política gubernamental y económica, en franca decadencia.

Todo nace, porque el mundo nos está quedando chico. Pasamos por Angola, ahora es Azerbaiján. Cualquier observador amateur de lo que acontece en el mundo intuye que, si los argentinos estamos conquistando estos nuevos mercados, para la pujante oferta de productos argentinos, la cantidad de nuevos mercados para ganar está llegando a su fin.
Ese mismo observador, “googlea” en la página de las Naciones Unidas y confirma que esta organización, está integrada por 193 estados. Puede quedar alguna isla remota o tribu sin haber sido descubierta, pero fiel a su intuición nuestro observador  supone que estos ignotos mercados no serán de la magnitud de los que nuestro país está cortejando actualmente.

Rápidamente, llega a una conclusión: la Argentina ya ha conquistado o tiene relación con los principales mercados del mundo.
Por lo tanto y en esa misma línea adivinatoria, repentinamente, como lluvia de verano, la verdad empapa sus pies y la ve prístina en los primeros charcos que se van formando: el mundo, como lo conocemos, se nos ha terminado. Un nuevo récord para nuestro país, piensa, y se le inflama el pecho de orgullo, como a cualquiera de los hinchas que en las últimas semanas vio que el equipo de sus amores ganaba un torneo, una copa o ascendía de categoría.

Mientras esto sucede, nuestros funcionarios están llegando a la misma conclusión, y ávidos por lograr colocar nuestros productos y servicios en nuevos destinos, para lograr el crecimiento y el desarrollo de nuestro país, empiezan a pergeñar nuevos horizontes, nuevos rumbos. 
Son como los Cristobales Colón de nuestros tiempos: audaces, aventureros, creativos y sorprendentes, por lo audaces de sus propuestas.

Caminando por Tecnópolis empiezan a vislumbrar más que una salida, una oportunidad, ya no sólo para los argentinos, sino para el resto de la raza humana.
Sus ideas vuelven a ser fundacionales e irrebatibles. Maravillados del progreso tecnológico argentino y recordando un artículo de diario que describía la creación de una empresa fundada por millonarios norteamericanos que tiene por meta la excavación de los asteroides para obtener minerales, ven el futuro.

Los asteroides se convierten en los trenes de alta velocidad que los llevarán a los confines del universo y les permitirán visitar otros planetas y pueblos.
Es decir, nuevos mercados. Nuevas oportunidades y muchas ventajas, que ya no otorga nuestro agotado planeta: los habitantes de los nuevos mundos, no hablan nuestro idioma y, por lo tanto, no podrán ser influenciados por los medios de comunicación locales; no habrá forma, por carecer de comparación, de evaluar si sus gobiernos respetan los mínimos derechos humanos de sus habitantes, y las formas de cerrar los contratos podrán ser muy creativas, ante el desconocimiento de nuestras costumbres, por parte de los “nuevos”.

En materia de oferta de productos y servicios, al decir de nuestros adolescentes, los habitantes del espacio exterior “flashearán” con el modelo de La Salada o los burros con GPS de fabricación nacional.
La transferencia de conocimientos económicos y políticos, puede ser un bonus para nuestros nuevos socios, pero eso será –a posteriori- materia de un sesudo análisis. Pero uno podría imaginarse a algún puntero o político argentino, dando cátedra, sin beneficio de inventario de su currículum, sorprendiendo a este nuevo público o, porque no, nuevos votantes.

Imagínense: ¡Un clásico Boca-River en la nebulosa de Orión, pagaría triple! ¡Qué entusiasmo desmedido! El horizonte y el cielo nunca estuvieron tan cerca. Pero vayamos, paso a paso.
Nuevamente, queda demostrado que todo es posible. Basta con imaginarlo. En un presente, a veces, agrio, nuestros funcionarios nos llevarán a triunfar a los confines del universo en nuestra “2001, Odisea del Espacio”. Ni Stanley Kubrik, ni Carl Sagan, ya podrán ver lo que somos capaces de lograr.

También, podría ocurrir que el asteroide que transporte a nuestros funcionarios se pierda en el espacio o que su derrota no los traiga de vuelta hasta la Tierra.
Pero, no pensemos en ello, ya que estaríamos infundiendo ánimos derrotistas a nuestros compatriotas.

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