En los asteroides está el futuro de nuestro comercio
Los argentinos podemos
anotarnos una nueva cucarda, un nuevo galardón, en fin, otra característica que
nos hace distintos a todo el resto de los mortales que habitan esta gran nave
llamada Planeta Tierra.
Estamos ante una nueva
oportunidad de destacarnos, sí y aunque no lo creamos, más aún de lo que
brillamos día a día, tanto por el devenir de lo que nos pasa a diario, como por
nuestra participación como actores de este presente histórico. Queda en cada
uno, discernir el grado de calidad de lo que nos sucede y sus consecuencias
sobre el futuro.
Todavía no lo sabemos,
porque este nuevo accionar que nos distinguirá y enaltecerá, está en plena
gestación, aunque sus actores aún no lo vislumbren. Pero, sucederá. Está en la
génesis de nuestra actual política comercial.
Harvard y Wall Street, nos
tomarán como nuevos casos de estudio o como ejemplo de modernidad, en un mundo
donde las ideas y la innovación aparecen, a nivel de política gubernamental y
económica, en franca decadencia.
Todo nace, porque el mundo
nos está quedando chico. Pasamos por Angola, ahora es Azerbaiján. Cualquier
observador amateur de lo que acontece en el mundo intuye que, si los argentinos
estamos conquistando estos nuevos mercados, para la pujante oferta de productos
argentinos, la cantidad de nuevos mercados para ganar está llegando a su fin.
Ese mismo observador,
“googlea” en la página de las Naciones Unidas y confirma que esta organización,
está integrada por 193 estados. Puede quedar alguna isla remota o tribu sin
haber sido descubierta, pero fiel a su intuición nuestro observador supone que estos ignotos mercados no serán de
la magnitud de los que nuestro país está cortejando actualmente.
Rápidamente, llega a una
conclusión: la Argentina ya ha conquistado o tiene relación con los principales
mercados del mundo.
Por lo tanto y en esa misma
línea adivinatoria, repentinamente, como lluvia de verano, la verdad empapa sus
pies y la ve prístina en los primeros charcos que se van formando: el mundo,
como lo conocemos, se nos ha terminado. Un nuevo récord para nuestro país,
piensa, y se le inflama el pecho de orgullo, como a cualquiera de los hinchas
que en las últimas semanas vio que el equipo de sus amores ganaba un torneo,
una copa o ascendía de categoría.
Mientras esto sucede,
nuestros funcionarios están llegando a la misma conclusión, y ávidos por lograr
colocar nuestros productos y servicios en nuevos destinos, para lograr el
crecimiento y el desarrollo de nuestro país, empiezan a pergeñar nuevos
horizontes, nuevos rumbos.
Son como los Cristobales
Colón de nuestros tiempos: audaces, aventureros, creativos y sorprendentes, por
lo audaces de sus propuestas.
Caminando por Tecnópolis
empiezan a vislumbrar más que una salida, una oportunidad, ya no sólo para los
argentinos, sino para el resto de la raza humana.
Sus ideas vuelven a ser
fundacionales e irrebatibles. Maravillados del progreso tecnológico argentino y
recordando un artículo de diario que describía la creación de una empresa
fundada por millonarios norteamericanos que tiene por meta la excavación de los
asteroides para obtener minerales, ven el futuro.
Los asteroides se convierten
en los trenes de alta velocidad que los llevarán a los confines del universo y
les permitirán visitar otros planetas y pueblos.
Es decir, nuevos mercados.
Nuevas oportunidades y muchas ventajas, que ya no otorga nuestro agotado
planeta: los habitantes de los nuevos mundos, no hablan nuestro idioma y, por
lo tanto, no podrán ser influenciados por los medios de comunicación locales;
no habrá forma, por carecer de comparación, de evaluar si sus gobiernos
respetan los mínimos derechos humanos de sus habitantes, y las formas de cerrar
los contratos podrán ser muy creativas, ante el desconocimiento de nuestras
costumbres, por parte de los “nuevos”.
En materia de oferta de
productos y servicios, al decir de nuestros adolescentes, los habitantes del
espacio exterior “flashearán” con el modelo de La Salada o los burros con GPS
de fabricación nacional.
La transferencia de
conocimientos económicos y políticos, puede ser un bonus para nuestros nuevos
socios, pero eso será –a posteriori- materia de un sesudo análisis. Pero uno
podría imaginarse a algún puntero o político argentino, dando cátedra, sin
beneficio de inventario de su currículum, sorprendiendo a este nuevo público o,
porque no, nuevos votantes.
Imagínense: ¡Un clásico
Boca-River en la nebulosa de Orión, pagaría triple! ¡Qué entusiasmo desmedido!
El horizonte y el cielo nunca estuvieron tan cerca. Pero vayamos, paso a paso.
Nuevamente, queda demostrado
que todo es posible. Basta con imaginarlo. En un presente, a veces, agrio,
nuestros funcionarios nos llevarán a triunfar a los confines del universo en
nuestra “2001, Odisea del Espacio”. Ni Stanley Kubrik, ni Carl Sagan, ya podrán
ver lo que somos capaces de lograr.
También, podría ocurrir que
el asteroide que transporte a nuestros funcionarios se pierda en el espacio o
que su derrota no los traiga de vuelta hasta la Tierra.
Pero, no pensemos en ello,
ya que estaríamos infundiendo ánimos derrotistas a nuestros compatriotas.
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