Cuesta, pero siempre se
puede. En nuestra vida personal, muchas veces torcemos un destino que parecía
pre fijado, decidiendo tomar otro camino o encarando las cosas de otra manera.
Hay personas que no les
gusta el término cambiar, ya que piensan que las personas no cambian. Puede ser
cierto. Entonces, quizás, podamos evolucionar. Al decir del diccionario de la
Real Academia Española podemos: “Mudar de conducta, de propósito o de actitud”.
En el mejor sentido
darwiniano, podemos evolucionar como especie, mejorando quienes somos para
poder adaptarnos y continuar formando parte de los habitantes de esta gran nave
- el planeta Tierra- que surca el espacio, desde no se sabe cuándo ni dónde, ni
hasta dónde, ni hasta cuándo.
Nuestro único límite es la
muerte, como sabiamente nos dicen y nos marca el sentido común. Y, quizás,
tampoco la fragilidad de nuestro envase exterior sea el límite. En esta
materia, diversas religiones, creencias y corrientes de pensamiento nos
muestran la continuidad de nuestro Ser, más allá del ocaso del cuerpo.
Sin llegar a este extremo y
entrar en una polémica, la continuidad expresada en nuestros hijos, representa
la esperanza de evolución antes mencionada.
Más aún, en nuestro presente
como padres, está el germen de lo que será nuestro futuro, en donde no
estaremos precisamente nosotros, pero sí el paquete biológico, de creencias y
valores representados en nuestros hijos, sus hijos y los que les continúen.
Ahora, bien, por qué es
difícil cambiar/evolucionar. La verdad, es que no lo sé.
Desde chico he sentido estar
frente a un mal augurio, al decir de los romanos. En el plano familiar, al
decir nuestro padre que estábamos meados por un elefante, cuando las cosas no
nos salían o bien desde siempre, primero como observador, para luego como actor
vivir la continua emergencia sin esperanza en la que nuestro país está
sumergido.
En ambos casos, el destino
parece marcado e ineludible. Fuerzas internas y externas, en el decir de mi
padre y de los políticos, coadyuvan para que no tengamos chances de maniobra
ante la oscuridad a la que estamos predestinados a vivir.
Respeto y quiero mucho a mi
padre. Lo entiendo y me consta su buena fe. Yo mismo me enfrento, todos los
días, con las mismas sensaciones y realidades, y tiendo a pensar que enormes
paquidermos vierten su orín sobre mí. Siempre tengo una excusa, para dejar de
hacer o no encarar determinada cosa (siempre se puede cambiar y siempre,
también, hay una excusa). Esta es una de las cosas que no me gustan de mi
educación. Batallo como padre, esposo y ciudadano, todos los días, para cambiar
lo que “no se puede cambiar”. No es fácil y muchas veces no lo logro.
Me doy cuenta que la única
manera que existe para ser parte de este presente y para cambiar/evolucionar el
estatus quo es: ser actor en mi vida. Es decir hacerme cargo de lo que
soy y de lo que hago, poniendo lo mejor de mí para vivir la realidad que me
toca.
Ahora bien, todos los días y
desde hace muchos años, escuchamos, de boca de quienes nos gobiernan, que la
culpa de lo que nos pasa es siempre de los otros, vengan éstos de nuestra
propia tribu o de lugares lejanos, todos confabulados para hacernos daño,
quizás, envidiosos de nosotros.
Como en la anécdota
familiar, la excusa externa (recordemos a los elefantes), no basta, cansa y
termina siendo un discurso monótono, que se manifiesta en una escasa e ineficaz
acción.
Como me dice mi mujer:
“siempre la culpa la tienen los otros ¿vos no tenés ninguna responsabilidad en
este asunto?”. A fuerza de repetición y de caras de malos amigos, el concepto
me ha ido entrando.
Por ello, me digo a mi
mismo, a los demás y, sobre todo, a los que les toca el honor y la
responsabilidad de gobernarnos: “no más excusas y culpables foráneos, seamos
todos actores del papel que nos toca interpretar, cumplamos con lo que decimos
ser, honremos nuestra palabra, busquemos todos el bien común y fundemos las
bases para un futuro con esperanza, para nosotros y para todos los que nos
continúen”.
A no desfallecer en el
intento, teniendo siempre la vista en el horizonte como meta, transitando de la
mejor manera el camino que nos queda para llegar al próximo puerto, confiados
en que podemos cambiar, evolucionar, siempre como actores y no como meros
espectadores.