viernes, 2 de noviembre de 2012

Ayer mirando por la ventana, me quedé maravillado ante una luna casi llena, jaspeada de nubes, iluminadas por ella. Pensé: como vamos perdiendo nuestra capacidad de observar y apreciar con detenimiento lo que nos rodea.
Estamos de cara a todo tipo de pantallas o de contenidos, pendientes, minuto a minuto, de la última información o actualización, perdiendo, en la inmediatez, la riqueza del contenido y de la profundidad de sus significados.
Sin embargo, poder comunicarlo, por este medio, tiene sus ventajas.
Quizás, en la búsqueda del equilibrio entre lo que sucede y lo que importa, es donde podríamos enfocarnos.

viernes, 20 de julio de 2012

Siempre podemos cambiar

Siempre podemos cambiar

Cuesta, pero siempre se puede. En nuestra vida personal, muchas veces torcemos un destino que parecía pre fijado, decidiendo tomar otro camino o encarando las cosas de otra manera.
Hay personas que no les gusta el término cambiar, ya que piensan que las personas no cambian. Puede ser cierto. Entonces, quizás, podamos evolucionar. Al decir del diccionario de la Real Academia Española podemos: “Mudar de conducta, de propósito o de actitud”.
En el mejor sentido darwiniano, podemos evolucionar como especie, mejorando quienes somos para poder adaptarnos y continuar formando parte de los habitantes de esta gran nave - el planeta Tierra- que surca el espacio, desde no se sabe cuándo ni dónde, ni hasta dónde, ni hasta cuándo.
Nuestro único límite es la muerte, como sabiamente nos dicen y nos marca el sentido común. Y, quizás, tampoco la fragilidad de nuestro envase exterior sea el límite. En esta materia, diversas religiones, creencias y corrientes de pensamiento nos muestran la continuidad de nuestro Ser, más allá del ocaso del cuerpo.
Sin llegar a este extremo y entrar en una polémica, la continuidad expresada en nuestros hijos, representa la esperanza de evolución antes mencionada.
Más aún, en nuestro presente como padres, está el germen de lo que será nuestro futuro, en donde no estaremos precisamente nosotros, pero sí el paquete biológico, de creencias y valores representados en nuestros hijos, sus hijos y los que les continúen.
Ahora, bien, por qué es difícil cambiar/evolucionar. La verdad, es que no lo sé.
Desde chico he sentido estar frente a un mal augurio, al decir de los romanos. En el plano familiar, al decir nuestro padre que estábamos meados por un elefante, cuando las cosas no nos salían o bien desde siempre, primero como observador, para luego como actor vivir la continua emergencia sin esperanza en la que nuestro país está sumergido.
En ambos casos, el destino parece marcado e ineludible. Fuerzas internas y externas, en el decir de mi padre y de los políticos, coadyuvan para que no tengamos chances de maniobra ante la oscuridad a la que estamos predestinados a vivir.
Respeto y quiero mucho a mi padre. Lo entiendo y me consta su buena fe. Yo mismo me enfrento, todos los días, con las mismas sensaciones y realidades, y tiendo a pensar que enormes paquidermos vierten su orín sobre mí. Siempre tengo una excusa, para dejar de hacer o no encarar determinada cosa (siempre se puede cambiar y siempre, también, hay una excusa). Esta es una de las cosas que no me gustan de mi educación. Batallo como padre, esposo y ciudadano, todos los días, para cambiar lo que “no se puede cambiar”. No es fácil y muchas veces no lo logro.
Me doy cuenta que la única manera que existe para ser parte de este presente y para cambiar/evolucionar el estatus quo es: ser actor en mi vida. Es decir hacerme cargo de lo que soy y de lo que hago, poniendo lo mejor de mí para vivir la realidad que me toca.
Ahora bien, todos los días y desde hace muchos años, escuchamos, de boca de quienes nos gobiernan, que la culpa de lo que nos pasa es siempre de los otros, vengan éstos de nuestra propia tribu o de lugares lejanos, todos confabulados para hacernos daño, quizás, envidiosos de nosotros.
Como en la anécdota familiar, la excusa externa (recordemos a los elefantes), no basta, cansa y termina siendo un discurso monótono, que se manifiesta en una escasa e ineficaz acción.
Como me dice mi mujer: “siempre la culpa la tienen los otros ¿vos no tenés ninguna responsabilidad en este asunto?”. A fuerza de repetición y de caras de malos amigos, el concepto me ha ido entrando.
Por ello, me digo a mi mismo, a los demás y, sobre todo, a los que les toca el honor y la responsabilidad de gobernarnos: “no más excusas y culpables foráneos, seamos todos actores del papel que nos toca interpretar, cumplamos con lo que decimos ser, honremos nuestra palabra, busquemos todos el bien común y fundemos las bases para un futuro con esperanza, para nosotros y para todos los que nos continúen”.
A no desfallecer en el intento, teniendo siempre la vista en el horizonte como meta, transitando de la mejor manera el camino que nos queda para llegar al próximo puerto, confiados en que podemos cambiar, evolucionar, siempre como actores y no como meros espectadores.

jueves, 19 de julio de 2012

Humor = sanidad mental y de espíritu

¿El humor puede ayudarnos a nuestra sanidad mental, ante la situación político-económica que vivimos? ¿De lo pintoresco por lo grotesco, podemos extraer elementos que nos ayuden a estar más en paz con nosotros mismos y nos permitan pensar alternativas superadoras para poner en práctica y mejorar nuestro presente?

En los asteroides está el futuro de nuestro comercio

Los argentinos podemos anotarnos una nueva cucarda, un nuevo galardón, en fin, otra característica que nos hace distintos a todo el resto de los mortales que habitan esta gran nave llamada Planeta Tierra.
Estamos ante una nueva oportunidad de destacarnos, sí y aunque no lo creamos, más aún de lo que brillamos día a día, tanto por el devenir de lo que nos pasa a diario, como por nuestra participación como actores de este presente histórico. Queda en cada uno, discernir el grado de calidad de lo que nos sucede y sus consecuencias sobre el futuro.

Todavía no lo sabemos, porque este nuevo accionar que nos distinguirá y enaltecerá, está en plena gestación, aunque sus actores aún no lo vislumbren. Pero, sucederá. Está en la génesis de nuestra actual política comercial.
Harvard y Wall Street, nos tomarán como nuevos casos de estudio o como ejemplo de modernidad, en un mundo donde las ideas y la innovación aparecen, a nivel de política gubernamental y económica, en franca decadencia.

Todo nace, porque el mundo nos está quedando chico. Pasamos por Angola, ahora es Azerbaiján. Cualquier observador amateur de lo que acontece en el mundo intuye que, si los argentinos estamos conquistando estos nuevos mercados, para la pujante oferta de productos argentinos, la cantidad de nuevos mercados para ganar está llegando a su fin.
Ese mismo observador, “googlea” en la página de las Naciones Unidas y confirma que esta organización, está integrada por 193 estados. Puede quedar alguna isla remota o tribu sin haber sido descubierta, pero fiel a su intuición nuestro observador  supone que estos ignotos mercados no serán de la magnitud de los que nuestro país está cortejando actualmente.

Rápidamente, llega a una conclusión: la Argentina ya ha conquistado o tiene relación con los principales mercados del mundo.
Por lo tanto y en esa misma línea adivinatoria, repentinamente, como lluvia de verano, la verdad empapa sus pies y la ve prístina en los primeros charcos que se van formando: el mundo, como lo conocemos, se nos ha terminado. Un nuevo récord para nuestro país, piensa, y se le inflama el pecho de orgullo, como a cualquiera de los hinchas que en las últimas semanas vio que el equipo de sus amores ganaba un torneo, una copa o ascendía de categoría.

Mientras esto sucede, nuestros funcionarios están llegando a la misma conclusión, y ávidos por lograr colocar nuestros productos y servicios en nuevos destinos, para lograr el crecimiento y el desarrollo de nuestro país, empiezan a pergeñar nuevos horizontes, nuevos rumbos. 
Son como los Cristobales Colón de nuestros tiempos: audaces, aventureros, creativos y sorprendentes, por lo audaces de sus propuestas.

Caminando por Tecnópolis empiezan a vislumbrar más que una salida, una oportunidad, ya no sólo para los argentinos, sino para el resto de la raza humana.
Sus ideas vuelven a ser fundacionales e irrebatibles. Maravillados del progreso tecnológico argentino y recordando un artículo de diario que describía la creación de una empresa fundada por millonarios norteamericanos que tiene por meta la excavación de los asteroides para obtener minerales, ven el futuro.

Los asteroides se convierten en los trenes de alta velocidad que los llevarán a los confines del universo y les permitirán visitar otros planetas y pueblos.
Es decir, nuevos mercados. Nuevas oportunidades y muchas ventajas, que ya no otorga nuestro agotado planeta: los habitantes de los nuevos mundos, no hablan nuestro idioma y, por lo tanto, no podrán ser influenciados por los medios de comunicación locales; no habrá forma, por carecer de comparación, de evaluar si sus gobiernos respetan los mínimos derechos humanos de sus habitantes, y las formas de cerrar los contratos podrán ser muy creativas, ante el desconocimiento de nuestras costumbres, por parte de los “nuevos”.

En materia de oferta de productos y servicios, al decir de nuestros adolescentes, los habitantes del espacio exterior “flashearán” con el modelo de La Salada o los burros con GPS de fabricación nacional.
La transferencia de conocimientos económicos y políticos, puede ser un bonus para nuestros nuevos socios, pero eso será –a posteriori- materia de un sesudo análisis. Pero uno podría imaginarse a algún puntero o político argentino, dando cátedra, sin beneficio de inventario de su currículum, sorprendiendo a este nuevo público o, porque no, nuevos votantes.

Imagínense: ¡Un clásico Boca-River en la nebulosa de Orión, pagaría triple! ¡Qué entusiasmo desmedido! El horizonte y el cielo nunca estuvieron tan cerca. Pero vayamos, paso a paso.
Nuevamente, queda demostrado que todo es posible. Basta con imaginarlo. En un presente, a veces, agrio, nuestros funcionarios nos llevarán a triunfar a los confines del universo en nuestra “2001, Odisea del Espacio”. Ni Stanley Kubrik, ni Carl Sagan, ya podrán ver lo que somos capaces de lograr.

También, podría ocurrir que el asteroide que transporte a nuestros funcionarios se pierda en el espacio o que su derrota no los traiga de vuelta hasta la Tierra.
Pero, no pensemos en ello, ya que estaríamos infundiendo ánimos derrotistas a nuestros compatriotas.

domingo, 15 de julio de 2012

La escritura cursiva estimula el pensamiento. Un aporte de una gran amiga: Florencia

Escrito a mano
Guillermo Jaim EtcheverryEn Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.
En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.
Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo.
Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.
En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva.
Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time , titulado: Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia.
La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo...
El autor es educador y ensayista

viernes, 13 de julio de 2012

¿Evolucionamos o volveremos al principio?


¿Por qué Rozinonte? Porque para mi hija menor, el horizonte es Rozinonte. Y, por qué no. Para ella, fue un nuevo descubrimiento ver la línea que recorta el límite de nuestra visión y decidió bautizarlo así, a pesar de nuestras correcciones.

Para el diccionario el horizonte es el “límite visual de la superficie terrestre, donde parecen juntarse el cielo y la tierra” y, también, el “conjunto de posibilidades o perspectivas que se ofrecen en un asunto, situación o materia”.

¡Qué mejor y convocante lugar e imagen para dar comienzo a nuestra propuesta de enriquecer nuestro pensamiento, nuestro sentir y nuestro escuchar!

PENSAR…LUEGO NOS CONECTAMOS

Me pasa que, cada día, va creciendo en mí la necesidad de pensar, de buscar, de explorar, de conocer otros mundos o conocer mejor los míos…
Recibo y tengo toda la información a mano. Es más, la información que recibo es tanta y tan variada, que nunca puedo ahondar mucho en ella y siento que me pierdo un montón de cosas interesantes.

La llegada de un nuevo mensaje, a través de todos los formatos que se nos puedan ocurrir, encarar una nueva tarea y la rutina cotidiana me alejan de mi necesidad de pensar, de juntarme conmigo mismo y poder observar las cosas desde otro ángulo, de disfrutarlas, saborearlas…
Siento que no llego a tener un conocimiento profundo de nada. Con sólo teclear el asunto en cuestión aparece una tonelada de información, muy interesante y que nos salva de la vergüenza del no saber, pero que no nos da el espacio para que los datos se transformen en una aprendizaje, un trampolín para nuestro desarrollo personal, intelectual…

¡Ojo! Que cuando hablo de conocimiento, no estoy pensando en palabras complicadas o de saber de todo un poco y mucho de nada, sino en cualquiera de las ideas que se nos ocurran sobre un tema determinado, que nos interese, que nos emocione…
¿A ustedes les pasa algo parecido? ¿Cómo podríamos hacer para lograr este espacio para pensar libremente sobre temas convocantes y que transforman nuestra realidad, cada vez más rápido y todos los días?

Se me ocurrió que generar un buen hábito, sería un comienzo. Ese comienzo podría ser un día de la semana dedicado a pensar solos o colaborativamente, aprovechando las bondades que nos permite sí, estar conectados.
Una hoja en blanco que se irá completando, luego de lo que nos provoque una frase,  un video, una canción, un libro, una idea, una vivencia singular o una linda conversación, entre otros muchos estímulos que disparen nuestro pensamiento, nuestras ganas de contar lo que sentimos o, simplemente, lo que queremos transmitir.

Semana a semana, este espacio busca ser na suerte de banco de ideas, al cual le podemos depositar nuevos aportes o temas que nos convoquen.

Para hacer lo propuesto, necesitamos tiempo sin interferencias.
Por ello, quería proponerles este espacio, con algo que me parezca disparador, recogido de nuestro presente, para luego darle rienda suelta a nuestras cabezas, a nuestros interiores, a nuestras personas, que salgan (¿les parece empezar con 10 minutos?) de su adormecimiento consuetudinario e iluminen su camino…

¿Qué les parece?